viernes, 26 de septiembre de 2014

Maximización de valor en la empresa familiar

Una causa de conflicto entre generaciones en la empresa familiar, o entre padres e hijos, es la diferente interpretación entre lo que es crear valor en el negocio propiedad de la familia. Es normal, producto de su formación profesional en las aulas universitarias, que los hijos traten de incorporarse al negocio proponiendo, proactiva y entusiastamente, nuevas ideas que busquen mejorar el funcionamiento de la empresa. En la mayoría de los casos, el resultado de las propuestas no sólo es frustrante, sino que genera malestar y distanciamiento de la segunda generación con respecto a la empresa familiar. Los padres, como fundadores del negocio, responden que la forma en la que la empresa se ha manejado a lo largo de los años les ha permitido crecer y consolidar el negocio, así como atender las necesidades económicas, recreativas y formativas de todos los miembros de la familia.
Los padres no niegan la existencia de problemas en su negocio, son conscientes de ellos y es una preocupación constante tratar de resolverlos. El problema radica en que los hijos llegan con ideas teóricas y complejas que requieren cambios de muchos procesos en la empresa familiar, cambios que afectarán también actividades que funcionan bien en opinión de los padres, y cuyas iniciativas significa entrar a zonas grises de gestión que los padres no conocen y no comprenden, cuando lo único que ellos quieren es resolver problemas, no transformar la empresa. El punto que pretendo desarrollar en esta columna es que en el ambiente académico no generamos en los alumnos la sensibilidad sobre lo que realmente es maximizar el valor de la empresa familiar.
La mayoría de los libros de administración, por no decir todos, afirman que el propósito de todo administrador o directivo es maximizar el valor del accionista, lo que se logra (teóricamente) aumentando las ventas y reduciendo los costos en cualquier empresa. Erróneamente creemos que maximizar el valor del accionista y maximizar el valor de la empresa es lo mismo, pero son cosas muy diferentes en las que siempre hago énfasis en mis alumnos. El propietario de una empresa maximiza el valor de sus acciones, o de su propiedad, aumentando el precio que le pagaría un potencial comprador, mientras que maximizar el valor de la empresa implica mantener la empresa sana, con buenos márgenes y con posibilidades de crecimiento de largo plazo. La mejor forma de ejemplificar esta situación es cuando usted tiene un auto y se enfrente a la decisión de venderlo o conservarlo. Si usted desea venderlo buscará maquillar todos los aspectos exteriores y visibles, resaltará sus bondades y olvidará temporalmente cualquier inconveniente que tenga, el objetivo es venderlo en las condiciones en las que está. Pero si usted desea conservar su auto, lo que buscará es brindarle el mejor cuidado y mantenimiento, será responsable al manejarlo, lo estacionará en la sombra y lejos de otros autos para evitar portazos. Eventualmente, cuidar la empresa y maximizar su valor en el largo plazo generará que se valore la calidad de la gestión y la salud de la empresa, al igual que el de un auto.
El fundador de una empresa que dejó atrás su iniciativa emprendedora por consolidar su negocio y aumentar el patrimonio familiar no tiene interés en vender su empresa. Un emprendedor destinará sus primeros años a la venta y fabricación de sus productos y servicios, tomando decisiones de corto plazo y asumiendo altos riesgos ya que no tiene dependientes de quien preocuparse. Pero conforme vaya ganando su mercado, y su madurez personal lo lleve a formar una familia, pensará que su negocio será años más tarde el patrimonio de su familia y tomará riesgos menores, por lo que evitará realizar cambios, buscando hacer más eficientes sus procesos, reducir sus costos y buscando crecimientos moderados de las ventas. Muchos empresarios incluso se fijarán como límite de crecimiento aquel que les permita satisfacer las necesidades familiares y tratar de escaparse lo más que puedan de las autoridades fiscales porque el control contable y financiero, la transparencia y el pago de impuestos son costos que todos pretenden evitar. Para la mayoría de empresarios familiares vender la empresa es algo impensable e incluso inaceptable porque sería dejar ir el patrimonio familiar, el trabajo de toda su vida, y la seguridad familiar de largo plazo, razón por la cual no existe razón alguna para maximizar el valor del accionista pero sí el interés de que la empresa genere utilidades o flujo de efectivo a los dueños de manera sostenida en el tiempo.
Los hijos y empleados profesionales llegan a la empresa familiar con una visión diferente de la administración. Ambos llegan al negocio con la creencia que es necesario maximizar el valor del accionista y tratarán de proponer ideas “nuevas” que en muchos casos son las buenas prácticas que siempre han recomendado los consultores y que aprendieron en la universidad, sólo que con nombres nuevos o pequeñas modificaciones. Tratarán de promover un mayor endeudamiento porque la deuda facilita trabajar con el dinero de terceros (bancos, prestamistas y tontos) y genera un aumento inmediato en el valor del accionista, aunque si se maneja irresponsablemente en el largo plazo se cultivarán serios problemas financieros. Promoverán también cambios e innovaciones en la empresa familiar, los que implicarán buscar nuevos clientes, productos y proveedores, así como nuevas condiciones comerciales, generando nuevos retos en la empresa y que significarán mayores riesgos y amenazas para la actual dirección.
Para complicar un poco más los retos de los empresarios familiares, los empleados profesionales que eventualmente contratarán los propietarios tendrán intereses y expectativas diferentes, tanto frente a la empresa como con respecto al propietario. Los empleados se incorporan a las empresas con la finalidad de obtener un ingreso y un crecimiento esperado, y además serán evaluados por metas de corto plazo que buscan incrementar el valor del accionista. Si consideramos que los empleados buscarán su crecimiento personal, y este se logra por sus evaluaciones de corto plazo, entonces las decisiones que tomen serán en función de los indicadores con los que son medidos, ya sea por lo incentivos o castigos que se establezcan. Los directores generales y gerentes en cualquier empresa entonces tomarán decisiones que les permitan resaltar y sean promovidos para mejores posiciones dentro de sus empresas, o en otras si es conveniente. Si un directivo externo es incentivado con acciones o bonos por desempeño, y sus expectativas de permanencia en la empresa son de pocos años, entonces asumirá decisiones arriesgadas que den resultado inmediato, y sacrificarán decisiones que en el largo plazo serían muy atractivas porque posiblemente afecten los resultados inmediatos de la empresa y por ende del empleado externo, generando un conflicto entre maximizar el valor de la empresa o el del directivo.
La maximización del valor del accionista es importante cuando el emprendedor o empresario desea ponerle un precio a su empresa como inversión, ya sea para venderla total o parcialmente, para obtener fondos e invitar a nuevos inversionistas, o para obtener liquidez inmediata. Un emprendedor perseguirá crear e incubar empresas, las que venderá a empresarios e inversionistas que deseen desarrollar y consolidar el negocio en el largo plazo. Estos emprendedores identificarán oportunidades inmediatas y asumirán altos riesgos con el objetivo de obtener resultados evidentes inmediatos. Los emprendedores que, por la naturaleza de su negocio, requieran captar fondos de inversión deberán incorporar a sus decisiones responder a las exigencias de los inversionistas, las que son en general aumentar el valor de sus inversiones, y que se lograrán con la búsqueda de oportunidades y decisiones de corto plazo. Finalmente, los empresarios pueden tomar la decisión de colocar una parte de sus acciones, o nuevas acciones, en los mercados financieros, como una bolsa de valores. Esta decisión permite a los empresarios una rápido valoración de su propiedad en la empresa, así como una rápida venta de una parte de su propiedad, o recompra de acciones si desea aumentar su participación y control. Para estos escenarios, maximizar el valor del accionista es un requerimiento importante de atender, y que ha inspirado a los académicos para definir el rol de los administradores, directivos y gerentes en las empresas.
Para que los propietarios y directivos de empresas familiares y sus familiares puedan desarrollar un ambiente de cordialidad en la empresa y en la familia es necesario tener en claro qué valor es el que se desea maximizar y por qué. Por parte de los fundadores y directivos actuales es necesario definir y explicar las aspiraciones, objetivos y las razones de las decisiones que se toman en la empresa. Por parte de los hijos que se incorporen al negocio es necesario comprender y reflexionar sobre los procesos en la empresa, conocer la historia de la empresa, los éxitos y fracasos, y proponer iniciativas de negocios u operaciones complementarias a la actividad central de la empresa familiar, de tal manera que no genere amenazas ni riesgos para la empresa, ni resistencia al cambio por parte de los fundadores. Si el interés es conservar el negocio entonces todas las decisiones deben basarse en un horizonte de largo plazo buscando maximizar el valor de la empresa a través de la capacidad de generar utilidades sostenidas, si el propósito es mostrar la empresa al mercado las decisiones se fundamentarán para maximizar el valor del accionista generando beneficios inmediatos no necesariamente sostenibles.
Definir qué tipo de valor se desea generar es parte de la formulación estratégica del negocio, que enriquece la definición de la misión, visión y objetivos de la empresa. Considérelo al momento de plantearlas y compartirla entre sus familiares, directivos y empleados, lo que le permitirá establecer las relaciones e incentivos apropiados para su empresa. Quedo a sus órdenes para conversar con más profundidad al respecto sobre su empresa familiar.
Fuente: http://e-consulta.com/opinion/2014-09-22/el-dilema-de-la-maximizacion-de-valor-en-la-empresa-familiar

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