viernes, 1 de agosto de 2014

Michelin, una empresa con origen familiar

Una de las razones del asombroso éxito de la fábrica Michelin fue la velocidad con que Andrés y Eduardo observaron que todo lo que favorecía al automovilismo favorecía también a la compañía
El imperio Michelin tiene su origen en los esfuerzos de una joven madre para poder divertir a sus hijos. Isabel Hugh Parker, bella chica escocesa, se casó un poco después de 1830 con un francés que tenía, junto con su primo, un pequeño taller donde se fabricaban aperos de labranza, en la ciudad de Clermont-Ferrand, en Francia.
Desde niña, Isabel, había observado como su tío Carlos, le fabricaba una pelota que rebotaba perfectamente, con caucho disuelto en bencina. A esta muchacha se le ocurrió la idea de hacer varias para sus hijos. Las pelotas fueron tan bien recibidas que su marido comenzó a hacerlas para venderlas.
En un momento oportuno, la propiedad de esta empresa familiar pasó a Andrés y Eduardo Michelin. Una tarde, en el verano de 1889, un turista les llevó una bicicleta para que le repararan una rueda. Estas llantas se comportaban bien, hasta que se producía un reventón, entonces se tardaba horas en repararlas.
El taller de Michelin trabajó durante todo el día para poder arreglar la rueda, y esa misma noche, Eduardo escribió a su hermano, que se encontraba en París diciéndole que la llanta neumática tenía un inmenso porvenir, pero había que hacer una, que cualquier persona pudiera cambiarla en unos cuantos minutos.
La solución le costó a Michelin dos años de duro trabajo, pero en junio de 1891 ya tenían un neumático desmontable para las bicicletas, que podía ser colocado en solo algunos minutos. La superioridad de la nueva llanta quedó magníficamente establecida en la gran carrera ciclista París-Brest-París de 1891.
Andrés Michelin logró entender que el automóvil no llegaría jamás a desarrollar grandes velocidades hasta que no se montasen sobre ruedas de caucho
De los 210 competidores inscritos, solo uno, el ganador, usó aquella llanta Michelin. Un año mas tarde, 10.000 ciclistas franceses corrían sobre estas revolucionarias ruedas.
A finales de siglo XIX Francia era el primer país del mundo en la industria de los automóviles, con 200 marcas contra las cuatro de Estados Unidos. La velocidad máxima de los autos era de tan solo unos 19 kilómetros por hora, y cuando superaban aquel límite, los vehículos comenzaban a desarmarse.
Andrés Michelin logró entender que el automóvil no llegaría jamás a desarrollar grandes velocidades hasta que no se montasen sobre ruedas de caucho, igual que las bicicletas. Los hermanos Michelin anunciaron que lograrían tener ruedas de caucho listas para la carrera, de 1200 kilómetros París-Burdeos-París, en junio de 1895.
Los hermanos Michelin no ganaron la carrera. Fue necesario cambiar los neumáticos cada 150 kilómetros, lo que significó perder mucho tiempo. Pero su automóvil fue uno de los nueve que lograron llegar a la meta, y logró demostrar, que un vehículo con ruedas de neumáticos de caucho, había dejado de ser un sueño.
La velocidad máxima desarrollada en la carrera París-Burdeos-París fue de 24 kilómetros por hora, y cuatro años mas tarde, un automóvil de motor eléctrico, y con neumáticos de caucho Michelin, estableció una nueva marca de 100 kilómetros por hora. En 1908 y 1909, automóviles equipados con neumáticos Michelin, ganaron la copa James Gordon Bennett, y en 1909 ganaron la carrera de Indianápolis.
Escandalizados por las viviendas miserables de algunos de sus trabajadores, los hermanos edificaron, en 1909, una colonias de casas muy económicas cerca de la fábrica.
En 1920, ambos hermanos, comenzaron a introducir métodos modernos para el aumento de la producción. En un comienzo, las reformas encontraron resistencia, los obreros temían que aquellos nuevos métodos serían la causa de un mayor desempleo, pero los hermanos disiparon toda duda. La fábrica se dotó de los últimos adelantos y no dejó de expandirse.
Fuente: http://ar.globedia.com/historia-neumatico-michelin

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